Los camellos hunden sus patas en la arena, los pajes los animan para que aceleren el paso y están tan cerca ya, que puede oírse el murmullo de la caravana que se agita nerviosa por la impaciencia de llegar al portal. Sus Majestades, erguidos, sostienen los dones que han de presentar al Niño, y levantan la mirada hacia la Estrella.
Los mortales, nos vamos a dormir para que los regalos entren a formar parte de la ilusión.
Las mujeres Kartio que hemos sido buenísimas descansamos felices sin miedo a que los Reyes nos dejen carbón.
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