OTRA
VEZ SÁBADO.-4 de agosto de 2.018
Estoy
empezando a preguntarme si verdaderamente el año tiene sólo cincuenta y dos
sábados. Tengo la impresión de que, al menos mis últimos años, me han
multiplicado los sábados. Y no es que no me guste este día de la semana, más
bien al contrario. Lo suelo aprovechar para hacerme una reflexión, más o menos
acertada, de lo que va dando el día, y a partir de ahí, darme un baño de
soledad para leer, para soñar, que como soñar es algo que no mata la edad, ni
el talento, ni el dinero, ni requiere el permiso de nadie, que ya es un lujo
poder hacer algo para lo que no requiere pedir permiso, pues eso, sueño y
escribo.
Pero
esta mañana me he dado el permiso de releer un libro. Un libro de poemas,
escrito desde el sentimiento por un hombre joven inteligente y solidario, que
además de poeta es caballero andante, que intenta arreglar los entuertos que ve
a su paso. En su libro, convertidos en poemas, cuenta las miserias y penurias
de esa pobre gente a la que se le indica dónde está el mentiroso cuerno de la
abundancia y le ponen fronteras para que no lo alcancen. Y sueñan, porque soñar
es gratis, en saltarse las vallas que encuentran a su paso haciendo lo que sea,
en embarcarse en cáscaras de nuez para cruzar el mar que separa sus vidas, por
las que en su desesperación no tienen ningún aprecio, con un solo objetivo, el
de lograr llegar a la tierra prometida. Pero prometida por quién? Cuando a la
tierra que llega tiene, si no tantos problemas como tiene la tierra de la que
huye, tienen los suyos, y ni siquiera un mínimo de recursos para solucionar los
que traen ellos. Y nadie echa cuentas de que en un determinado punto del
planeta, por mucho que se quiera y por mucho que duela, no hay capacidad de
arreglar todos los problemas del resto del mundo. Para más, saber que esos
problemas de la pobre gente vienen generados por la gente pudiente, de aquí y
de allá.
Más
me hubiera valido no darme el permiso de releer este libro y haberme dedicado a
releer a Becquer, que sólo glosaba problemas de amor, los suyos. Y a estas
alturas los problemas de amor de mi Gustavo Adolfo no me dan dolores de cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario