viernes, 24 de agosto de 2018

OTRA VEZ SÁBADO 4 de agosto de 2.018


OTRA VEZ SÁBADO.-4 de agosto de 2.018


Estoy empezando a preguntarme si verdaderamente el año tiene sólo cincuenta y dos sábados. Tengo la impresión de que, al menos mis últimos años, me han multiplicado los sábados. Y no es que no me guste este día de la semana, más bien al contrario. Lo suelo aprovechar para hacerme una reflexión, más o menos acertada, de lo que va dando el día, y a partir de ahí, darme un baño de soledad para leer, para soñar, que como soñar es algo que no mata la edad, ni el talento, ni el dinero, ni requiere el permiso de nadie, que ya es un lujo poder hacer algo para lo que no requiere pedir permiso, pues eso, sueño y escribo.
Pero esta mañana me he dado el permiso de releer un libro. Un libro de poemas, escrito desde el sentimiento por un hombre joven inteligente y solidario, que además de poeta es caballero andante, que intenta arreglar los entuertos que ve a su paso. En su libro, convertidos en poemas, cuenta las miserias y penurias de esa pobre gente a la que se le indica dónde está el mentiroso cuerno de la abundancia y le ponen fronteras para que no lo alcancen. Y sueñan, porque soñar es gratis, en saltarse las vallas que encuentran a su paso haciendo lo que sea, en embarcarse en cáscaras de nuez para cruzar el mar que separa sus vidas, por las que en su desesperación no tienen ningún aprecio, con un solo objetivo, el de lograr llegar a la tierra prometida. Pero prometida por quién? Cuando a la tierra que llega tiene, si no tantos problemas como tiene la tierra de la que huye, tienen los suyos, y ni siquiera un mínimo de recursos para solucionar los que traen ellos. Y nadie echa cuentas de que en un determinado punto del planeta, por mucho que se quiera y por mucho que duela, no hay capacidad de arreglar todos los problemas del resto del mundo. Para más, saber que esos problemas de la pobre gente vienen generados por la gente pudiente, de aquí y de allá.
Más me hubiera valido no darme el permiso de releer este libro y haberme dedicado a releer a Becquer, que sólo glosaba problemas de amor, los suyos. Y a estas alturas los problemas de amor de mi Gustavo Adolfo no me dan dolores de cabeza.

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